El estadio 974 en el que este jueves Portugal derrotó con apuros a Ghana por completo con la estética ostentosa y barroca de todas las sedes de este Mundial.
Adentrarse en él es como hacerlo en una sala de calderas, entre contenedores portuarios y estructuras de acero visto, edificado temporalmente como frontera natural entre el puerto y el aeropuerto de Doha. 974 con los contenedores que sostienen el armazón, también el prefijo telefónico de Qatar y el nombre de un estadio que será desmontado tras el Mundial. Una de tantas ilusiones qataríes que desaparecerán del mapa en cuanto los focos se apaguen.
Aquí, en la misma orilla del Golfo Pérsico, en un estadio sin aire acondicionado (lo cual se agradece, pues en más de uno resulta helador), Cristiano Ronaldo añadió otra escarapela su infinita colección. De penalti polémico logró convertirse en Doha en el primer futbolista de la historia que marca en cinco Mundiales diferentes, desde Alemania 2006 hasta Qatar 2022. A falta de equipo, roto su amor con el Manchester United, el portugués de 37 años sigue devorando récords con la voracidad acostumbrada.
El gol y el registro legendario de su capitán corren el riesgo de opacar a la verdadera estrella del partido, un Bruno Fernandes que iluminó a su equipo cuando peor lo pasaba. Cuando Rafa Leao al campo, el del Manchester United pasó de la incómoda banda a la privilegiada mediapunta y desde ahí construyó dos goles en tres minutos, sacando a Portugal del lío en el que se había metido.
Durante una larga e interminable hora de partido, Ghana se limitó a mantener en pie una línea de cinco centrocampistas y tres defensores para taponar las lentas y previsibles circulaciones de una Portugal que sigue siendo incapaz de aglutinar con criterio su envidiable acumulación de talento individual: Cristiano, Bruno Fernandes, Bernardo Silva, Joao Félix, Cancelo...